El maestro zen Obaku preguntaba todas las mañanas:
Obaku, ¿todavía estás aquí?.

Sus discípulos decían: ¡Si te oye gente de fuera, pensarás que estás loco! ¿Por qué haces eso?.

Él decía: Porque de noche me olvido de todo... una mente solitaria sin sueños ni pensamientos... cuando me despierto tengo que recordame a mí mismo otra vez que Obaku está aquí. ¿A quién le puedo preguntar? Sólo puedo preguntármelo a mí: Obaku, ¿todavía estás aquí? Y él mismo se respondía: ¡Si señor!

Uno debe tener un respeto profundo hacia sí mismo.

Es una disciplina muy buena preguntarte a ti mismo; pronuncia tu nombre y pregunta: ¿Todavía estás aquí?, y respondete: ¡Si señor!

Si puedes hacerlo, te sorprenderás de que sigue un gran silencio. Cuando preguntas: ¿Todavía estás aquí? y respondes: ¡Si señor!, después sigue un gran silencio...

Es un recuerdo de tu propio ser, y un respeto, una gratitud de que se te ha dado un día más, de que el sol va a salir otra vez, de que por un día más podrás al menos ver las rosas florecer.

Nadie lo merece pero la vida, en su abundancia, sigue vertiéndolo sobre ti...

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